La inteligencia: ¿Nace o se hace?

 

¿Qué es la inteligencia?

La inteligencia es la facultad que nos ofrece la oportunidad de aprender, tomas decisiones, razonar… en definitiva, la que nos permite adaptarnos al medio donde vivimos y sobrevivir. El término de supervivencia, tiene a ver con el significado estricto de la palabra en el sentido en que, si no se produce una adaptación, difícilmente podremos mantenernos con vida.

Esto, en épocas muy anteriores a la nuestra, podría suponer aprender a cazar, a disponer de habilidades para buscar cobijo etc. Pero actualmente, adaptarse consistiría en aprender las normas sociales, a realizar razonamientos que nos permitan solucionar problemas económicos o estructurales, desarrollar unas habilidades sociales efectivas que nos ayude a formar parte de una familia, grupo de amigos, encontrar trabajo, desarrollar una economía próspera que nos permita vestirnos, alimentarnos, etc.

La inteligencia ¿nace o se hace?

Existen varias teorías que hablan sobre la inteligencia. Podríamos citar a Stenberg, Gardner, Sperman… pero permitidnos que os hablemos sobre la teoría de Catell. Este autor, diferencia dos tipos de inteligencia: la fluida y la cristalizada.

La fluida es aquella que se asocia a las habilidades no verbales e independientes de la cultura como serían la memoria de trabajo, la adaptación al medio, la capacidad de aprendizaje, etc.  Esta vendría predefinida de forma innata y alcanzaría su máximo rendimiento más o menos durante la adolescencia. Por razones fisiológicas, inicia su declive a partir de los 20 años.

Pero tranquilos, los mayores de 20 aún tenemos esperanza porque Catell también definió lo que es la inteligencia cristalizada, que se asocia al crecimiento personal, a los factores culturales y educativos. Sería todo aquello que aprendemos gracias a la inteligencia fluida o que nos permite adaptarnos a nuestra sociedad. Este tipo de inteligencia se mantiene estable a lo largo de toda la vida más o menos hasta los 40 años; a partir de entonces, dependerá de los conocimientos adquiridos y la disposición personal.

¿En qué influye la disposición personal?

En este sentido, lo que debemos tener en cuenta es la mentalidad de apertura que no es más que la predisposición al esfuerzo y la perseverancia. Pongamos un ejemplo. Imaginemos que mi compañera es buenísima dibujando, pero yo soy “una patata”. Por mucho que ella tenga este don innato, si no lo estimula se quedará estancada. Por el contrario, yo, que no lo tengo, si me practico, le dedico tiempo y esfuerzo, al final alcanzaré su nivel e incluso podría llegar a superarlo. ¿Comprendéis entonces la importancia de la inteligencia cristalizada? Resulta que podemos influir en los procesos cognitivos para mantenernos en un proceso de mejora constante. Lo que la inteligencia fluida nos limita, lo consigue la cristalizada siempre que exista una buena actitud al respecto.

Conclusión: pongámonos manos a la obra

La conclusión es que, por mucho que dispongamos de una parte innata que determinan nuestra inteligencia fluida, son muchas las coses que podemos hacer para mejorar la inteligencia cristalizada. Así que pongámonos manos a la obra, aprendamos idiomas, realicemos tareas de estimulación cognitiva como sopas de letras, laberintos o enigmas y pongámonos a prueba día a día, saliendo de nuestra zona de confort. Solo así, y manteniendo una buena mentalidad de apertura, conseguiremos superar nuestros límites.

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