Repetir mucho para obedecer
Uno de los temas que más nos preguntan/quejan los padres y madres es el de: “mi hijo/a nunca hace caso a la primera, tengo que repetirle las cosas 1000 veces”
Uno de los muchos valores que debemos inculcarles a los niños desde bien pequeños es el respeto hacia sus padres, pero este respeto no lo conseguimos cuando le damos todo lo que desean se porten bien o se porten mal, ya que entonces el niño tiene poca consideración cuando se le habla, entramos en que el rol de los padres frente al niño es de poca importancia. Para introducir este tema, es muy importante que los padres indiquen a sus hijos cuando hacen las cosas bien o mal para que éste pueda caer en cuenta sobre sus errores, así como premiar las buenas conductas ya sea con palabras, miradas o actos y desaprobar las conductas negativas de la misma forma, no sólo con castigos.
Hoy os damos algunos consejos para evitar repetir las cosas en exceso. Es muy importante la comunicación entre padres e hijos, como adultos debemos saber cómo dar mensajes, no sólo a nivel verbal, sino que también entra en juego el contenido, el cuerpo, la mirada, tono de voz…
Lo primero a tener en cuenta a la hora de dar un mensaje o una orden, es ponernos a la altura del niño, una vez en este punto debemos mirarle a los ojos, es muy importante el contacto visual ya que es uno de los primeros que establece en ese momento a la relación y comunicación, en la mirada está la conexión. Por otro lado, cuando damos una instrucción debe ser corta y clara utilizando un tono tranquilo.
No debemos repetir las cosas muchas veces, simplemente debemos dar el mensaje y comunicar lo que esperamos que hagan. Evidentemente debemos ajustarnos según la edad de cada niño/a, esto quiere decir que con los más pequeños cuando demos la orden nosotros también ayudaremos a cumplir esa orden, por ejemplo: un niño pequeño está jugando y es la hora de recoger todos los juguetes para cenar, en ese momento nosotros nos acercaremos y le daremos la orden a la vez que le ayudamos a cumplirla con nuestro ejemplo y acompañamiento. En el caso de niños más mayores ya no tendremos que hacer el acompañamiento de la orden, pero sí que podemos añadir la consecuencia de no seguir las instrucciones, por ejemplo: en el mismo caso un niño más mayor viendo la televisión al que se le pide que recoja sus juguetes para cenar, podremos acompañarlo de “ recoge tus juguetes que vamos a cenar, sino no nos dará tiempo a leer un cuento en la cama, o a ver un rato la tv después de cenar, etc.
Al hacer las cosas de esta forma, estamos tratando de educar en la responsabilidad, en asumir las consecuencias y en dejar escoger. Si por lo contrario abusamos de la disciplina y pretendemos que el niño/a se limite a escuchar y obedecer, es posible que lo haga, pero estaremos creando una mala relación consigo mismo y con sus padres.
Al final se trata de hacer un cambio de “chip” en la forma en la que decimos las cosas y como actuamos, debido al ritmo frenético que llevamos, a veces resulta un poco complicado, pero al final es interiorizar una forma de comunicarnos, ya que normalmente damos las órdenes sin ni siquiera mirar al niño o incluso estando en otra habitación. Debemos intentar, además de no repetir las cosas tantas veces, tampoco utilizar el grito o tonos de voz muy elevados, puesto que cuando lo hacemos quiere decir que ya estamos saturados y una orden que habíamos dado con un poco de calma terminamos gritándola. Tampoco aconsejamos para nada utilizar el chantaje, ya que caemos en que siempre cumpla las ordenes por conseguir algo.
Es importante recalcar que cuando un niño no hace caso no debemos imponer un castigo que nada tenga que ver con lo sucedido, sino que sea una consecuencia derivada de lo sucedido. Así es que, sí no recoge sus juguetes cuando se le dice la consecuencia es que luego no hay tiempo para seguir su rutina, será leer un cuento antes de acostarse o ver la televisión o cualquier rutina que tengamos establecida, y así la consecuencia tiene que ver con su demora del tiempo a la hora de recoger. No caigamos en poner un castigo que nada tenga que ver con lo sucedido, sí no recoge la consecuencia no puede ser que mañana no vaya a jugar al parque. Es importante que las consecuencias se lleven a cabo, así como que demos las órdenes claras y concisas.
Por último, como ya hemos mencionado, debemos felicitar y aportar palabras, gestos o miradas de aprobación y complicidad cuando hacen las cosas bien, ya que sin darnos cuenta a veces caemos en uno de los errores más graves y con más consecuencias: hacer solo caso o prestar atención cuando los peques desobedecen o se comportan de forma inapropiada.
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