¿Estamos forzando el aprendizaje en los pequeños?

Como siempre recordamos, cada niño se desarrolla a su propio ritmo. Algunos dicen sus primeras palabras antes que otros, andan antes o más tarde…y esto realmente no supone un problema, a no ser que el hito se demore demasiado en el tiempo. En este caso, se debería valorar qué es lo que sucede y actuar en consecuencia.

Lo mismo ocurre con el aprendizaje académico. Con esto nos referimos a la lectura, la escritura, la numeración, el cálculo, etc. Cada niño aprenderá a su ritmo, pero en la mayoría de casos, el ritmo no lo pondrá él, si no que se le impondrá recibiendo la misma información que sus compañeros de clase independientemente de la edad o el nivel de desarrollo.

Realmente, en los cursos más altos (últimos cursos de primaria, educación secundaria y demás), la diferencia de edad/ desarrollo no resultará llamativa en cuanto a los aprendizajes. No obstante, en los primeros cursos (infantil y primeros cursos de primaria) una simple diferencia de madurez puede ser un facilitador o un obstaculizador del aprendizaje.

¿Cómo sabemos si un niño está preparado para aprender?

Nuestro cerebro está preparado para recibir, gestionar y organizar mucha información, pero para ello necesita unas herramientas específicas. Hasta que no las desarrolle, por mucho que se ofrezcan conocimientos, el cerebro no estará preparado para asimilarlos, por lo que se los llevará el viento.

La clave para saber si está preparado para aprender es la curiosidad y la motivación. Si, por ejemplo, un niño pregunta ¿qué es esto? señalando a una flor, está mostrando curiosidad por ella, por lo que su deseo por aprender más sobre ese ser vivo está latente. Al ofrecerle esa información, su cerebro se encargará de organizar y gestionar la información para crear sus esquemas mentales sobre lo que está viendo.

Otra forma de expresarlo es mediante la imitación ¿No os ha pasado nunca que vuestro hijo o hija os ve leyendo algo y también quiere hacerlo? A veces incluso se inventa las palabras para imitar a sus referentes. Esto denota que ha reconocido una acción en los adultos que desearía saber hacer. Ese es el momento de empezar a trabajar, por ejemplo, la lectoescritura siguiendo el método más adecuado para él o ella.

¿Qué pasa si intentamos que aprenda antes de que esté preparado/a?

En algunas ocasiones y sea por el motivo que sea, se le ofrece la información antes de que los esquemas mentales que favorecen ese aprendizaje se hayan formado. En estos casos se requiere de un sobreesfuerzo para poder aprender. Supone crear rápidamente una estructura cerebral que permita adquirir esa información, como cuando memorizamos un párrafo de un texto porque no entendemos lo que significa. Imaginaos la complejidad de este proceso y las dificultades a las que se enfrentará el pequeño.

Además, en muchos casos supondrá un refuerzo negativo ya que, por mucho que se esfuerce es muy probable que no logre sus objetivos. Al ver que no le sale bien, disminuirá la motivación y el placer por aprender.

¿Cómo podemos fomentar el placer por aprender?

Es importante que el niño tenga a su alcance estímulos que favorezcan el aprendizaje. Es difícil que el abecedario si nunca ha visto las letras, pero si le ofrecemos letras de madera o con imán, al resultar un recurso atractivo, captará su interés y sentirá curiosidad. Lo mismo ocurre con los números, los animales, otros elementos de la naturaleza, etc. En algunos casos es imposible que esté en contacto con todo aquello que debe aprender. Evidentemente, no vamos a viajar al polo norte para que vea un iglú y se interese por él. En estos casos podemos usar películas, figuritas, juguetes, imágenes, cuentos, o cualquier otro recurso que le divierta.  

Las experiencias de éxito son básicas para fomentar la motivación. Debemos proponerle retos que pueda superar para ir añadiendo dificultad de forma gradual. Así se sentirá seguro y motivado a seguir aprendiendo. Cuando cometa errores, nunca hay que regañarle. Hay que hacérselo ver y fomentar la necesidad de corregirlo como curiosidad para saber más sobre el mundo que le rodea.

Otro aspecto a tener en muy en cuenta se denomina Aprendizaje significativo. Si nos basamos en aquello que ya conocen (por ejemplo: las flores en general) para añadir nueva información (por ejemplo: las partes de la flor) podrán establecer relaciones duraderas entre conceptos. De esta manera se amplían sus esquemas mentales y recordarán lo aprendido.

Todos estos recursos facilitan el aprendizaje y promueven que se realice de una forma sencilla y amena para el niño. Si tenemos en cuenta sus gustos, seguimos su ritmo, no presionamos ni convertimos el aprendizaje como una obligación desde edades muy tempranas, lo más probable es que el niño lo vea como algo agradable. De lo contrario, nos encontraremos con un niño desmotivado, con pocos recursos de aprendizaje y dificultades que probablemente le acompañen durante toda la etapa escolar. Evitar el fracaso escolar es tan fácil como fomentar el placer por aprender. 

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